septiembre 19, 2024

¡Ya si llegamo’ a dónde íbamos!

“No basta con probar los daños. Si la negligencia o la relación causa-efecto entre el acto u omisión ilícito y los daños no están legalmente establecidas o probadas, la víctima deberá soportar sus propios daños.” Tocornal; 2010. Ésta cita fue expresada en el contexto de la responsabilidad civil sobre las infecciones nosocomiales de los centros hospitalarios en un país latinoamericano considerado uno de los más avanzados en materia de garantías de derechos a sus ciudadanos.


Para quién no lo sabe, las infecciones nosocomiales son aquellas que ocurren dentro de los centros prestadores de servicios de salud. No son una novedad, siempre han existido y son una lamentable realidad del ejercicio sanitario a nivel global. Cualquier persona ingresada en un hospital corre el riesgo de adquirir una infección hospitalaria, la tasa de infección en países de primer mundo ronda entre el 4 al 5% del total de los pacientes ingresados y la mortalidad por éstas puede incluso superar el millar.


El costo económico por paciente establecido por ONG’s internacionales por infecciones nosocomiales en países latinoamericanos para 2003 los colocaba entre los US$1,000.00 y US$40,000.00, representando un problema de salud pública importante para más de la mitad de los países en vías de desarrollo en ese momento, motivo por el cual instituciones como USAID fomentaba la descentralización de la prestación de los servicios sanitarios por parte del estado como una de las soluciones copiadas de los sistemas sanitarios de países con “mejores” programas de asistencia social en materia de salud, dando al tiempo la razón de que no importa quién administre o como se administren las prestadoras de salud, las infecciones intrahospitalarias estaban, están y persistirán aún después.


Los virus, bacterias y parásitos son parte de nuestro bioma, son oportunistas que nos sirven, pero, también nos dañan siempre que nuestros organismos no puedan hacerles frente por sí solos. Es en los sanatorios donde el personal de salud enfrenta y se expone día con día a millares de éstos patógenos a los que en el pasado se venció, pero no siempre es así, hay factores que van desde la variabilidad génica, co-morbilidades bases, estado inmunitario, alimenticio, requerimientos quirúrgicos y/o de internamiento en UCI, días de hospitalización, hábitos tóxicos, resistencia antibiótica, alergias, etc. Que hacen a unos más susceptibles que otros a padecer las mismas.


Las instituciones prestadoras de salud descentralizadas suponen el último bastión de respuesta a las necesidades sanitarias de una población carente de recursos para la adquisición de esos servicios en instituciones completamente privadas, donde el autor está completamente seguro los pacientes correrán igual riesgo y deberán retribuir aún más de lo que retribuyen en esos centros. Crear precedentes en contra de esas prestadoras por parte de algún poder del estado deja entrever a los pocos entendidos en éstos tópicos que las infecciones nosocomiales son fruto de la mala praxis por parte del personal sanitario, sin ver factores como los antes mencionados o la saturación en la prestación de servicios para satisfacer las demandas de una población que supera la oferta.


Antes de Leeuwenhoek, Pasteur o Fleming no sabíamos el porqué, hoy disponemos de herramientas que evitan epidemias de cólera, lepra, tuberculosis, gripe o el COVID mismo porque hallan en estos centros quién les haga frente, exponiéndose en igualdad de condiciones a quiénes acuden a los mismos detrás de reestablecer su salud. “Nadie quiere que le pase a nadie, pero le puede pasar a cualquiera”, si esto da inicio a una cacería de brujas en contra de éstos centros PSS. ¡Ya si llegamo a dónde íbamos!

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